miércoles, 26 de mayo de 2010

El placer de la palabra

Estas con tu pareja, los cuerpos sudados, jadeos, respiraciones entrecortadas, movimientos compulsivos, penetraciones cada vez más intensas y sientes que se aproxima, el orgasmo anhelado; sientes la electricidad que nace de algún punto indeterminado de tu cuerpo y que se va expandiendo acelerada, incontroladamente; en eso tu pareja, sin dejar el ritmo de sus movimientos, te toma del rostro y te dice en tomo tierno, dulce, almibarrado: te amo mi vida, eres lo mejor que me ha pasado, lo más dulce y lo más tierno, te amo. No te lo dice después, no te lo dice antes, te lo dice exactamente durante el orgasmo, durante esos 5 ó 10 segundos de placer extremo. ¿Cómo te sientes? ¿Te agradaría que tu pareja hiciera eso? Este tema lo he tocado con muchas y muchos conocido y amigos y todos coinciden en que odiarían que les hicieran eso, mataría el momento, no se trata que tan enamorado estés, que tanto ames a esa persona; se trata del momento, de ese momento puramente pasional, salvaje, desenfrenado; en ese instante lo último que deseas es ternura, empalagoso mimo, palabras dulces; no, deseas pasión, lujuria. Recuerdo haber leído en algún artículo una investigación sobre el tema, algún cibernauta con más paciencia que yo podría encontrarlo en internet, en el se mencionaba que una enorme mayoría detesta –no digo, prefiere, no le gusta, le incomoda- las palabras tiernas y el trato mimoso en el momento del orgasmo; casi todos los encuestados prefieren dejarlo para después del coito, cuando los cuerpos están exhaustos y llenos de endorfinas; en ese momento, estas palabras son gratamente acogidas y disfrutadas por ambos.


Nadie podría negar el poder de la palabra y en el campo de Venus siguen siendo capitales para incrementar los sensuales placeres de la cópula; las palabras calientan la mente y la predisponen, si son bien empleadas, a gozar mejor del sexo o, si no inadecuadas, pueden cortar abruptamente la inspiración abandonando inmediatamente la batalla. Por ello, merecería que nos preguntemos: ¿Qué solemos decir durante el coito? ¿Qué nos gustaría que nos dijeran? ¿Qué le gusta a nuestra pareja que le digan? Lamentablemente el ser humano aún no desarrolla poderes telepáticos con lo que hace un poco muy difícil que podamos atinar con las palabras correctas mientras asaltamos sexualmente a nuestra pareja. Sin embargo podemos preguntárselo y saberlo de la fuente misma.

No a todos nos gustan las mimas cosas, a algunos les anima lo fuerte, lo crudo, a otro lo dulce tierno y romántico, sin embargo y según mi personal experiencia, veo que este último grupo se va extinguiendo de a pocos; también van en disminución los silencioso, los que no dicen nada y se concentran en la acción, sólo jadean y a veces ni eso. Lo importante es saberlo, así podremos disfrutar mejor de esos momentos; sin embargo, para los que no se animan a desinhibirse (cosa que no es muy congruente con lo espontaneo que debería ser las relaciones sexuales) prueben empezar con algunas más ligeras y vayan subiéndole el tono conforme vean las reacciones de su pareja, si ven que se esfuerza más pues adelante, continúen por esa vía, si ven que abre los ojos y mira con rara de extrañado sabrán que mejor lo dejan ahí.

Lo cierto es que deberíamos sentirnos libres de decir cualquier durante el acto sexual, deberíamos dejar de lado las inhibiciones y abandonarnos a nuestro placer, esto no se suele lograr desde la primera experiencia con la persona, sino conforme la vamos conociendo en la intimidad y aún así encontraremos situaciones lamentables, en las que –especialmente las mujeres- son tildadas de meretrices experimentadas por el simple y natural hecho de decir palabras subidas de tono o expresar libremente lo que les gustaría y ni que decir si poseen un amplio repertorio sexual; este tipo de conductas femeninas suele asustar a algunos hombres que se sienten terriblemente amenazados ante una sexualidad superior a la suya. Del lado masculino, nunca faltará mujer que prefiera el recato y la dulzura y, si no ha sido alertada, pueda interpretar algunas iniciativas masculinas como producto de alguna patología mental y considerarlo demasiado violente; es mejor ir con calma o tocar estos temas desde el principio de modo que podamos ir algo más preparados; ser directos o sutiles es arte de cada persona.

Con ánimo de poder dar alguna pauta sobre lo que siempre se debe decir durante un buen coito les presento estas propuestas:

1.- Prueba tomar la iniciativa calentándole el oído antes que el cuerpo, dile entre susurros lo que le piensas hacer, lo que quieres que te haga, lo mucho que te excita, lo caliente que estas.

2.- No uses tecnicismos, pene, vagina, glúteos, clítoris, senos, felación, sexo oral, cunnis lingüis, coito, sexo anal, son términos académicos, no eróticos; no te cohíbas y dale rienda suelta a ese vocabulario más de alcoba y olvídate de tus clases de sexualidad.

3.- Cuando nuestra pareja hace algo que nos gusta, nos complace o nos derrite, hagámoselo saber, reforcemos ese comportamiento y si lo que nos hace nos aloca, no dejemos ningún lugar a dudas, no sólo con gemidos, un “¡carajo, qué rico!” o alguna variante, es una buena alternativa.

4.- La contraparte de lo anterior, si nos incomoda demasiado, pues también digámoselo; prueba apartarlo o apartarla con suavidad y decirle que “mejor lo haga así” y con esto hay que ser específico, no simplemente un hazlo de otra manera, hay que indicar claramente que es lo que queremos para que nos puedan satisfacer, si definitivamente lo que te hace no te agrada pues dile que te mueres de ganas de que te haga algo que a sabes que te gustará. De ahí lo importantísimo de conocer y reconocer nuestra sexualidad.

5.- No reprimas gemidos, a los hombres en particular no encanta escucharlos, nada más delicioso que comprobar con ellos que nuestra pareja está gozando.

6.- El sexo es placer, no lo arruines hablando de ningún tema que pueda causar desazón, controversia, generar una discusión o peor aún una pelea y arruinar el encuentro. Contrólate y ambos ganaran.

7.- Jamás uses palabras como: “qué asco”, “que feo”, “¿estás idiota o que te pasa?” o cualquier equivalente con la misma carga agresiva; opta por la estrategia, disimula un poco e interrumpe lo que está haciendo o pretende hacer y tanto te incomoda; plantéale otra alternativa que satisfaga a ambos, guíate por el número 4.

Sáquenle el jugo al poder de las palabras, siendo el hombre el único ser viviente que posee un lenguaje elaborado pues aprovechémonos de éste para despertar y mejorar nuestra sexualidad.