lunes, 22 de marzo de 2010

¿En que basas tu relación?



Hoy me gustaría escribir sobre un tema sobre el cual pocas veces nos ponemos a reflexionar o analizar; en parte debido a porque consideramos que la respuesta es obvia y no requiere de mayor interés o diversificar el enfoque. Propongo un breve ejercicio, responde esta pregunta:
¿En que se basan las relaciones de pareja?
Tomate un minuto para elaborar respuestas tentativas, al final quédate sólo aquellos elementos que crees que sean totalmente sustanciales e imprescindibles para que una relación se mantenga exitosamente.
De seguro entre tus favoritos estuvieron la comunicación, el amor, el respeto, la responsabilidad, el compromiso, entre otras. De hecho cada cosa mencionada es necesaria para que la relación se sostenga y progrese, especialmente si tiene una alta valoración para ti. Sin embargo algunos puntos pueden resultar muy ambiguos, como por ejemplo el amor, ¿Qué es el amor? Y, sobre todo ¿Cómo se expresa?; el respeto, el compromiso o la responsabilidad ¿Estarán basados en algo más profundo?, y ¿dónde queda el sexo? Acaso no habría que darle una importancia capital considerando que es lo único que realmente consuma un matrimonio; al menos así lo especifica la iglesia católica, pues si no hay tenido cópula carnal en el tálamo nupcial con tu núbil esposa o, en buen criollo, no te tiraste a tu flaca en tu cama, entonces el matrimonio es fácilmente declarable nulo, pues no ha sido consumado.
Yo en lo particular prefiero centrar una relación en dos puntos que a mi entender y ante las evidencias copiosas, son claves para una relación: La admiración y el sexo.
Tengo una gata que tiene el original nombre de Misha, la trato con cariño, todos los días la alimento y me aseguro que se sienta cómoda en casa, le compro no cualquier comida sino la que a ella le gusta y la que le puede resultar más nutritiva aunque está sea más cara que las demás, la cepillo, la mimo y juego con ella; cuando hace alguna travesura no la reprendo, me limito a entender que es su naturaleza y hasta se la festejo, me siento agradecido de que no sea muy traviesa y no haya roto nada aún. Viendo esta relación, que es la que muchos tienen con sus mascotas, incluso otros son muchísimo más engreidores, ¿podría decirse que amo a mi gata? Si, de alguna manera si, una manera jerárquica, donde yo soy el amo, yo asumo el control de la relación y yo cuido y protejo a mi gata sin dejar que ella haga algo por encima de mis deseos. Cosa similar ocurre en algunas relaciones cuando uno de los dos percibe a la otra como inferior, débil, tierna, necesitada de protección y cuidado; la persona que se considera en un estatus superior es quien dirige la relación, decide que se debe hacer y cuando, si bien es cierto cede a los caprichos de la otra parte lo hace simplemente por el gusto de complacerla, pero sin perder el control de la relación. Lo más patético de esto es que muchas personas, especialmente mujeres, adoran este tipo de pareja, le encanta ser tomadas como mascotas y se amoldan perfectamente a ello, son las que aseguran la supervivencia del machismo, tal vez porque eso les resulta cómodo y así evitan el esfuerzo que implica responsabilizarse por su relación, asumir un compromiso mayor; así si algo fracasa no fue culpa de ellas.
Cuando una persona admira a otra no la ve como inferior, la ve en el peor de los casos como su igual, cuando la admiración es mutua actúa como un catalizador que impulsa a ambas partes a dar lo mejor de sí en la relación y ambos crecen como personas. Si admiras a alguien la respetas, la cuidas pero no la sobreproteges, tratas de estar a su altura, buscas tomar decisiones de conjunto, valoras su opinión y la solicitas, te esfuerzas por conservarla a tu lado y estas alerta a aquello que pueda ser una amenaza para tu relación y la enfrentarás con más seguridad, por último, la relación se hace más participativa y los lazos se refuerzan.
El sexo es lo que hace que una pareja sea una pareja, sin ello serían sólo amigos, colegas, socios o compartirían cualquier otro tipo de relación, pero una de enamorados, novios o esposos. Podríamos dividirlo en dos puntos claves; el deseo sexual, las ganas de querer tener a tu pareja desnuda a tu lado, de acariciarla, las ansias por devorarla y sobre todo de gozarla y hacer que goce; de esto último deriva el segundo elemento, la satisfacción sexual, de poco o nada vale tener un cuerpo apetitoso si no es funcional o si lejos de satisfacer, nos estresa y frustra. El deseo sexual está presente desde el inicio, es lo que hace que consciente o inconscientemente nos acerquemos a esa persona, crece durante las primeras etapas, a medida que conocemos más y más a nuestra pareja y se hace concreta en el primer coito, a partir de ahí se evaluará el grado de satisfacción. Recuerda que cada persona tiene apetitos diferentes, placeres e intereses diversos, por lo tanto esto no tiene una medida estándar, cada pareja determina su desempeño y sus necesidades sexuales, pero siempre de mutuo acuerdo, lo importante es que ambos se sientan satisfechos. Si el deseo sexual se pierde es casi imposible de recuperar por tanto la relación tiene un pésimo pronóstico.
Tanto la admiración y el deseo y satisfacción sexual deben ser mutuos, de lo contrario genera un desequilibrio en la relación.
¿Y el amor? El amor de pareja se sostiene sobre la admiración y el deseo, ambos elementos son complementarios, si no existe el sexo puede existir relación, pero ya no será de pareja, será algo así como una relación de amigos, amigos muy íntimos, pero que no se podría decir que son una pareja.
¿Y la comunicación? La comunicación es el elemento universal que sostiene cualquier tipo de relación, sea cual esta fuere, incluirla sería un pleonasmo, algo redundante. La comunicación eficaz es la base de todas las relaciones y constituye quizá el arte más importante que puede desarrollar una persona.
Date un tiempo para evaluar en qué medida están presentes la admiración y el sexo en tu relación y de ser insuficiente replantea las cosas siempre para mejor.