Se termina una relación de novios o enamorados y al poco
tiempo una de la partes quiere regresar, se afanan y esfuerzan por volver, de
repente descubrieron que no pueden ser felices sin él o ella, de repente se dan
cuenta que no trataban a su pareja con el debido respeto, interés, amor y
delicadeza, se dan cuenta de que la humillaban o la ignoraban la más de las
veces, oh divina epifanía, descubren que es el amor de su vida a quien están a
punto de perder y están dispuest@s a todo por retenerl@ a su lado y no dejar
que se vaya nunca más. Admiten errores, aceptan que nunca l@s trataron como se
merecían, con amor; que no las veían “a su altura”, las consideraban poquita
cosa y que era de ell@s el privilegio de tenerlos de enamorad@s; razón por la
cual nunca le dieron mayor importancia a la relación pues siempre pensaron que
estarían ahí. Cuantas veces pensaron en terminarl@s, en romper con ell@s,
porque querían algo mejor, no l@s valoraron nunca y ahora están decidid@s a
hacerlo, por eso piden, exigen; y si esto no funciona; suplican, otra
oportunidad. Algunos post, en un intento de rescatar la sensatez, sentencian: “…
pero ya es demasiado tarde”; en verdad no siempre lo es, muchas veces pueden
lograr su objetivo y reconquistarla; pero lamentablemente con esto no se gana
absolutamente nada, todo cambia por un breve periodo de tiempo, pero las
percepciones sobre la otra persona no, todo lo contrario, se refuerzan, se
hacen más evidentes y al poco tiempo termina el empeño por hacer bien las cosas
y regresan a la situación previa, a los conflictos, indiferencia, desamor, etc.
Pero entonces ¿qué pasó con las promesas, qué pasó con la
supuesta epifanía? Nunca existió tal cosa, lo primero que existió fue la
sensación de pérdida de control sobre la otra persona, a quien habíamos asumido
como de “nuestra propiedad”, alentados por frases como “soy tuy@”; algo se nos
escapaba de las manos, nuestra opinión ya no cuenta, ni nuestro margen de
influencia, ya no somos tan importantes como pensábamos que éramos, además esto
se une a la natural resistencia al cambio de todo ser humano, este
desequilibrio emocional exige acciones concretar encaminadas a recuperar
nuestra estabilidad, la salida más sabia sería revaluar nuestro rumbo y cambiar
de dirección, valorando el cambio no sólo en sus incertidumbres sino en sus
múltiples oportunidades. Pero muchas veces las personas terminan tratando de
recuperar el status quo, así que no ven o no quieren ver otra posibilidad que
regresar con la ex pareja y en ello gastan energías y tiempo, muchas veces este
desgaste termina generando aún más resentimiento contra la ex pareja, lo que
hace aún más absurdo el retorno, lo que nació como un esfuerzo por recuperar
nuestra estabilidad emocional, se convierte en un capricho ilógico que se torna
amenazantemente incontrolable.
¿Y si regreso? Las posibilidades de éxito son muy escazas si
se retoma una relación demasiado pronto; la razón es muy sencilla, aquellas
variables que influyeron en la ruptura siguen ahí, no han sido superadas ni han
desaparecido. Aquellas conductas y actitudes que la pareja percibía como
ridículas, torpes, infantiles y que le daban pretextos para sentirse superior y
menospreciar a la otra parte continúan ahí, no han cambiado; así que tarde o
temprano empezarán a hacerse más evidentes y la luna de miel terminará, para
regresar a la conflictiva realidad anterior, la misma situación de siempre, con
el añadido que habrá algo más de resentimiento por el coste del regreso; es
decir, por todo el esfuerzo, los ruegos, súplicas, inversión de tiempo, dinero
y dignidad que tuvo que hacer una de las partes para reconquistar a la otra; peor
aún, se habrán reforzado conductas perjudiciales ya que una de las partes “se
salió con la suya”. Todo esto muestra un panorama muy sombrío, con pocas
posibilidades de éxito.
Si la relación terminó es momento de reflexión, entender que
hicimos mal, sin juzgar a la otra parte, sólo a nosotros mismos, saber lo que
pasó y aprender de ello, si algo hay de que arrepentirse o pedir perdón pues
tratemos de hacerlo y sólo después de estar en paz con nosotros mismos podremos
decidir sanamente y sobretodo maduramente, de forma que no sea una decisión voluble; si deseamos o no intentarlo
nuevamente con nuestr@ ex, si vale la pena el esfuerzo -porque sí es un gran esfuerzo y un enorme compromiso con nosotros mismo- de reconquistarl@; y tomada la decisión hacerlo de la manera más correcta, sin mentiras, sin engaños y mostrando en
hechos, en hechos concretos, que nuestro compromiso es real y no simple
capricho; y sobre todo, respetándol@, respetado sus decisiones aunque estas nos
duelan, respetando su privacidad y su independencia; demostrando que existe la
base para toda relación, respeto.